Recibir sin tomar

recibir sin tomar

Escribía Benito Pérez Galdós “la villanía es perdonable, la ingratitud, nunca”.

No creo en nuncas y siempres, porque lo eterno no es de este mundo, sin embargo el aforismo tiene gran certeza.

La ingratitud termina acabando con la entrega. Es un no silencioso. Lo que me das es insuficiente, no a recibir con reconocimiento, no a aceptar lo que me entregas sin necesidad de ello, no a tomar tu generosidad como amor, no a saber tomarlo desde el agradecimiento, sino desde tu obligación, no a incluirte en eso que entregas, no a tomarlo desde tu ofrenda.

Cuando ocurre nos vamos sintiendo abandonados porque la ingratitud te muestra tu poca valía pese a tu entrega, porque el mensaje es que me des lo que me des no soy aún merecedora de ti. Quizás porque el caprichismo se mantiene en el que no sabe agradecer, o quizás porque sus manos no saben tomar. Y si no se es capaz de tomar, sea lo que fuera que se de, será insatisfactorio y entonces la generosidad se va perdiendo en aquel que quiere entregar.

Es importante entonces reconocer que no se puede dar más de aquello que el receptor no está dispuesto a tomar, o a reconocer aquello que le es entregado.

Porque el dador sufre los mensajes de noes y el receptor se siente siempre insatisfecho.